TIENEN TIEMPO PARA TODO EN UN DÍA
Como hombre que actualmente vive solo, que da gracias al Cielo porque existe el microondas y la comida para llevar o pedirla, con una madre lo suficientemente alcahueta como para ocuparse todavía de mis ropas a la hora de lavarla, no puedo más que admirarme de la energía de las mujeres. Dios, ¿cómo pueden hacer tanto en un día? No soy particularmente flojo, no más que muchos a los que conozco; tuve un amigo que se fue de la casa de los padre para la de lo suegros (pobre gente) y la mujer y él eran tan cumbres que no colocaban sábanas sobre el colchón donde dormían para no tener que tenderlas. Sí, sé que suena extremoso, pero así era. Tampoco la muchacha servía para mucho, pero era una carajita floja de esas a las que la mamá le lavaba hasta la ropa interior.
Cuando vivía con Alicia, que primero fue amiga antes que pareja, ante de dejarme (ah, que aliviado me sentí, pero eso no duró, cómo la perseguí después), me admiraba algo que ya había observado en mis hermanas. No era de las que simplemente pasaban una escoba por la casa, no, también un trapo húmedo para recoger pelusas; sacudía con trapos húmedos muebles y estantes; bañaba de cloro el baño cada día; lavaba cerros y cerros de ropas, con parte del agua jabonosa lavaba los baños y remataban el día coleteando los pisos de arriba abajo. No sólo eso, mientras esperaba que la lavadora hiciera su trabajo, cortaba vegetales, montaba más café, sacaba cuanto perol había en los gabinetes y aseaba la nevera. Yo me preguntaba, ¿cómo coño?
Estando a solas, lavar los baños me lleva un día, a veces dos. Planchar una camisa es una tortura, se alisa una manga y esta se arruga mientras se atiende la otra, y si no se tiene cuidado uno le pisa un faldón en el suelo (ahora lo hago descalzo). Preparar cualquier tontería en la cocina me lleva tanto tiempo y da tanto trabajo, que a veces lo dejo así. Y no es nada, aunque no cocine nada en aceite, este se las ingenia para aparecer y mojar todo, y para freír un simple huevo parece que ensucio media cocina.
Alicia y yo no tuvimos hijos, cosa que también lamento ahora, pero me imagino que la mujer promedio debe ser así: despertar primero que todos, montar el café mientras cepilla sus dientes, ocupándose de que todas las ropas estén a punto, llamando a todo el mundo, dar de comida, vigilar que los muchachos estén listos para la escuela, asear antes de salir (Alicia le aterraba dejar corotos sucios y que fuera a aparecerse mi mamá), dedicarse a ella y salir a laborar en este mundo no sólo competitivo, donde la mujer ha ido desplazando al hombre de tantos cargos de autoridad y responsabilidad, sino por necesidades económicas. Es la mujer quien piensa en el futuro, el de los hijos y el propio, la que teme no halla dinero para médicos o medicina si hacen falta. Planea el colegio, las vacaciones y la compra de ropas para los muchachos con meses de anticipación; lleva en su cabeza una agenda de deberes y haberes. Llega y se apresta a prepararlo todo, y todavía de noches tiene tiempo para oír, conversar y hasta ser cariñosa.
Realmente no me explico cómo lo hacen, tienen tiempo para calmar las rabias, frustraciones y temores del marido que piensa que todo va mal, no se le valora en el trabajo o teme el fin de mes por la cantidad de giros atrasados; saca tiempo para detectar, como el campesino que adivina en la intensidad de la luz solar si la tormenta llega, cuando los muchachos tienen un problema, y van, y oyen y entienden; y calman miedos infantiles y juveniles aunque deban soportar gritos y malacrianzas. Tal vez se deba a que vengo de una familia numerosa donde las mujeres son así, trabajadoras, con una madre centro de nuestras vidas, con mi papá a su lado, como el compañero y proveedor no amenazantes, que no puedo entender que halla quienes lastiman, golpean, vejan y atormentan a sus mujeres.
Debe ser que en el fondo no las quieren en verdad, porque aquello de que celos es amor puede ser, es lindo saber que la pareja te cela, pero llegar a la violencia física o verbal es síntoma de que algo funciona muy mal dentro de una cabeza, y no hablo del simple odio o miedo de tantos carajos que se la dan de machos y arrechos les tienen. De pequeños, mi señora madre nos enseñó el respeto hacia ella, y mi padre nos entregó a sus hijos la responsabilidad de cuidar, proteger y dar seguridad a nuestras mujeres, sean hermanas, futuras hijas, sobrinas y primas. Mis hermanos son tipos temperamentales, como yo mismo (mal genio, dicen muchos), pero jamás se les ocurriría levantar una mano contra sus mujeres… y creo que de atreverse, y saberlo mi madre y mis hermanas, los matan entre todas. Quien ataca, abusa o mata a una mujer, sintiéndose ‘hombre’ sólo en ese momento, es un pobre enfermo que va, como decía una canción de Ali Primera, un gran compositor venezolano, en contra de él mismo…
Salud, bellas…
Julio César.
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