CONFESIONES
-¿Qué si me divierto trabajando aquí? ¡Ni se imaginan! Uno se ejercita y ayuda a otros, tíos y nenas que te miran con adoración por todo lo que haces por ellos. Después viene uno o una y me dice, bajito, que admira mi cuerpo y que les encanta. Generalmente me toman por un hombro mientras hablamos y terminamos en algún lugarcito discreto, y siempre me piden que les enseñe lo que no han visto todavía. –se encoge de hombros.- Y lo hago. Y vaya que adoran mirarme, prácticamente caen de rodillas. Y ahí sí que comienza lo bueno…
Julio César.
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