UN DÍA, MUCHOS AÑOS DESPUES (2)
Ahora volvemos con una historia sobre Ennis del Mar, a quien habíamos dejado recordando el momento exacto cuando conoció a su nuevo amor, Ed. Para mí, la cosa es hasta anatema. Él no tenía ningún derecho a olvidar a Jack Twist, pero digamos en beneficio de otros, que si; bueno, qué se le hace. Pero esta es sólo una trama marginal.
La historia de esos dos, Ennis y Jack, sí era definitivamente una historia de amor. Supongamos que no el primer encuentro cuando Jack decide mandarlo todo al diablo y aproximarse a ese carajo tosco y hermoso que estaba a su lado, enloqueciéndolo, y se entrega a él, necesitándolo, deseándolo tanto, lleno de ganas porque el otro fuera su hombre. Acordemos que hasta ese momento la cosa había sido carne, lujuria, el deseo de dos jóvenes calientes que deseban sexo, dándose latazos y frotes. Pero una vez que Ennis decide que todo eso, toda esa locura de los sentidos, no volverá a ocurrir porque no es ningún marica y todo eso para él había sido un feo trauma que lo enfrentaba a todo lo que era y deseaba ser, pero obligado por algo más fuerte que él mismo a regresar esa noche a la tienda donde un Jack “con el joven torso desnudo y los ojos llenos de estrellas”, lo espera, y cada uno constata en la mirada del otro la intensidad de lo que sienten, allí la cosa cambia.
Aún el escéptico más grande al respecto no puede encontrar otra explicación como no sea un ataque de pánico y desesperación, la agresión de la que Ennis hace víctima a Jack cuando están a punto de bajar de la montaña. Era la única forma en que ese hombre cerrado en sí mismo podía dejar salir lo que sentía, la rabia, la impotencia y desesperación al ver que la estación terminaba y Jack se iría de su vida y no había forma de detener nada de eso; o como la escena que sigue al enfrentamiento con Alma cuando ella le grita que sabía de todas sus cochinadas con el tal Jack, y sale tan mal que ataca y golpea al tipo del camión, buscando al mismo tiempo ser agredido, tal vez castigado por sus ‘pecados’. Ennis era complejo, amaba a Jack pero no podía permitirse amarlo, por lo que condenaba a todo el mundo a la infelicidad: a Alma, sus hijas, a Jack y hasta la mujer de Jack.
Pero, a pesar del rechazo a los sentimientos y a lo que se es, Ennis del Mar no puede dejar de pensar en Jack Twist, de extrañarlo, de añorarlo, entendiendo que su vida vacía, sin felicidad, sin ternura, era así porque el otro no estaba a su lado. Es por ello la escena del reencuentro, de los besos imprudentes a los pies de unas escaleras, o la ida al motel, o los celos terribles que hacen que Ennis casi amenace de muerte a Jack si sabe que va a México a entregarse a otros hombres. Para mucha gente eso puede parecer ridículo, o idiota. La idea de una necesidad tan grande, de una añoranza por un cuerpo, una boca, unos brazos y unos besos que ni el tiempo ni la distancia pueden apagar, o el que se viva soñando con eso todo el tiempo sin poder sentirse jamás feliz, o tranquilo, puede parecer algo tonto a demasiados. Muchas personas parecen encontrar alivio o una razón de ser en cada encuentro fortuito, en algo rápido e indoloro.
Pero tal vez para otros no sea así, hay quienes aman de tal manera que a veces asustan. Tal vez para algunos no baste con cualquiera, no puede ser este o aquel, sino esa persona en especial, a la que ‘miran’ en cada rincón sin que esté, a veces como una sombra vaga captada por el rabillo del ojo que acelera el corazón y luego lo deja dolido al ver que todo era una ilusión. Tal vez por eso hay personas que sin ninguna razón aparente, ni ningún motivo para rechazar, dicen no. U otros, que en la soledad e intimidad de sus casas, sencillamente deciden que ya no pueden continuar, que ya no pueden soportar un día más en esa forma, y toman resoluciones mortales; y luego todos se preguntan por qué hizo eso. Creo que la cantante mexicana Amanda Miguel, tenía una canción que hablaba de eso: ella no salía con cualquiera, cualquiera no la hacía feliz, ella quería esperar la primavera. Tal vez Ennis del Mar, y el mismo Jack, eran de ese tipo. Me gusta creer que realmente hay personas así…
UN DÍA, MUCHOS AÑOS DESPUES DE BROKEBACK MOUNTAIN…
Dime Heath, ¿dónde está tu amigo del alma…?
Mientras arrancaba la furgoneta, alejándose de la cabaña, Ennis se pregunta por qué tantos recuerdos juntos esa mañana, después de todo sólo una más de tantas que ha tenido durante muchos años. De tarde en tarde recordaba algo del pasado pero nunca todo de golpe. Su mirada, bajo el sombrero, se eleva y mira el firmamento a través del parabrisas, suavizándose un poco.
“Es por el cielo. Es por este cielo con el color de los ojos de Jack Twist”. Y pensar en él le eriza la piel una vez más. “Jack, si yo hubiera sido un hombre de verdad con el valor para enfrentar mi vida, quizás hubiera sido tu imagen, amable y amada, siempre con esa tristeza suave en tus ojos cuando yo partía, y no la de Ed la que habría visto despidiéndome con un gesto por el espejo retrovisor”, reconoce, sintiendo como el corazón se le encoge en el pecho. Pensar en Jack y en Ed, lo lastimaba, cuestión que siempre ha estado allí, latente. El dolor que había sentido por la muerte de Jack, algo que pensó que lo enloquecería de tanto sufrimiento y que finalmente lo mataría también, por su ida definitiva (nunca como en ese momento entendió lo terrible que era la muerte), se había mitigado un poco con los años y la llegada de Ed, que lo había cubierto con su entrega y cariño, tanto que en determinados momentos podía olvidar la herida, o que Jack alguna vez había estado ahí.
“Pero basta sólo con un cielo azul y claro como el de hoy para que vuelva a ver sus ojos grandes y su sonrisa traviesa, fanfarrona, alegre y hermosa, como lo vi el primer día que le conocí, cuando tuve que bajar la mirada ante su presencia, porque sentí que se me ponía roja la cara, la piel se me erizó y me costaba respirar, y temí que él lo notara. El momento más extraño de mi vida hasta ese instante. Cómo me asusté cuando lo miré”. Ahora una imagen copaba totalmente su mente y sus recuerdos: Jack agotado frente a un fuego casi apagado. Y el tiempo desapareció, Ennis lo sintió en la piel, todos esos años no habían transcurrido, porque ahora, muchos años después, pudo volver a sentir contra sí ese cuerpo fuerte, joven y amado, que él había abrazado y acunado desde atrás; podía percibir otra vez el suave aroma a hombre saludable y aseado que le llenó las fosas nasales al apoyar la nariz en su nuca que se erizó levemente ante su contacto, su piel siempre respondía a sus toques, a su proximidad, y era otra cosa que le encantaba de Jack Twist, por lo que tuvo que soltar un rápido y leve beso en esa piel tibia y amada, antes de susurrarle: “Eh, amigo… te duermes de pie como los caballos…”. Ahora, años después, Ennis nota como su mirada se nublaba… ¡Justo antes del accidente!
El súbito estallido lo regresó a la realidad, pero de un modo extraño, uno que le hizo entender que tal vez una vieja conocida había venido por él al fin, y tal vez sería bienvenida. Todo parecía desplazarse en cámara lenta. Entendió que un neumático había estallado y que ya no tenía control sobre la furgoneta que había comenzado a derrapar. Y con un escalofrío, sintiéndose algo culpable, supo que ya no estaba sólo.
-Cuidado, vaquero. –parecía vibrar una advertencia en la cálida voz.
-¡Jack!
-¿A quién esperabas en este momento, Ennis?
Ennis miró. Sentado a su derecha estaba él, con su camisa azul preferida, con su sombrero negro de ala ancha, con su mirada hermosa y su sonrisa de siempre; joven y fuerte, como lo vio un día a la entrada del trailer de un carajo al que ya no recordaba, al pie de Brokeback Mountain. El hombre hundió el pie en el freno sin ningún resultado sobre el vehiculo que derrapaba más y más hacia el abismo.
-¡Jack! –lo miró suplicante, como asustado, y el otro lo miró largamente.
-¿Pasa algo, Ennis? Creí que estabas listo…
-Así no, Jack. –casi gimoteó en voz alta, y todo se detuvo en seco: el giro enloquecido que describían, el polvo en el aire, el paisaje rodando a su alrededor, todo paró en el acto. Tragando saliva se volvió hacia Jack, y pronunció palabras que lo sorprendieron mientras iban saliendo de su boca, como si fueran algo ajeno a él.- Ahora no, Jack… -repitió.
-¿Pasa algo, vaquero?
-No puedo irme así, Jack… Quiero despedirme antes de Ed; quiero poder decirle adiós y que lo extrañaré, decirle que el tiempo juntos fue bueno, y agradecérselo. No quiero que él pase y viva, lo que pasé y viví yo cuando te fuiste, sin que pudiera verte antes. –le dolía decir eso, por lo que le extrañó notar ensancharse la sonrisa de Jack, quien miraba hacia arriba por el parabrisas.
-Eso no depende de mí, Ennis. Nunca ha dependido de mí. Es sólo la fuerza de tu amor, de tu dolor, de tus recuerdos y nostalgias lo que me retiene aquí, lo que me hace aparecer de vez en cuando… y no deja que yo parta a otro lugar. –lo dice y parece escrutar el cielo en busca de una señal, tal vez de ese ‘lugar’.
-De mi amor y del tuyo, ¿cierto, Jack? Porque tú me… amabas, ¿verdad, Jack? –suena preocupado, como el niño que espera ver en los ojos de su padre, viejo y cansado después de toda una vida de contacto seco y distante, la aprobación y el afecto. Jack lo mira largamente a los ojos.
-Mi amor por ti nunca estuvo en discusión, Ennis del Mar. De mi devoción por ti nunca has podido dudar, tan sólo quizás del tuyo. –callan y se miran.- ¿Vas a hacerlo ahora? Yo sigo esperando, estoy aquí esperando por ti… -y el viejo dolor que lo había acompañado toda su vida, le golpeó de nuevo el pecho a Ennis del Mar. ¡Una salida, había una salida!, Jack le hablaba de un lugar, de un paso, de ir a otro sitio, un punto donde estarían juntos, pero aún así tuvo que responder.
-Quiero a Ed, sin él no habría encontrado fuerzas para continuar viviendo. Me gustaría… -y la mirada se le nubla, y le duele detectar tristeza en Jack; porque sabía que era por su culpa, aún después de tantos años seguía lastimándolo.
-¿…Poder decirle lo que sientes? –terminó por él, y la sombra oscura de dolor que cruzó su azulada mirada hizo que Ennis se deshiciera en lágrimas.- Entiendo, es importante oírlo decir… -remachó con voz queda.
Ennis cerró los ojos incapaz de soportar continuar mirándolo, arrasado por el arrepentimiento y la culpa. Cuántas veces esas palabras no pronunciadas habían abrazado su boca y garganta como el trago más amargo (te amor, Jack Twist) al tenerlo entre sus brazos, a la luz de las estrellas. Habría sido tan fácil decírselo mientras él reposaba contra su pecho, hablando soñadora y alegremente de comprar un rancho, algo para los dos, donde estarían juntos y serían felices. Cuántas veces no se mordió los labios hasta sangrar al ver partir a Jack en una de mil despedidas, con esa luz que brillaba en sus ojos, luz de espera, de esperanza por oírle decir (te amo, Jack Twist) algo. Soltando una mano del volante, Ennis la lleva a su rostro, intentando sofocar el llanto que subía por su garganta y lo ahogaba, uno que era bilioso, el sabor de la culpa.
-Perdóname, Jack, perdóname mi dulce Jack Twist… -gimoteó incontrolable, al tiempo que sintió sobre su hombro la cálida, fuerte y joven mano del otro que lo zarandeaba un poco, con aire animoso.- Perdóname por todas esas despedidas áridas, por todas las cosas que no te dije y que merecías oír. Perdóname por no decirte cuan feliz, vivo y dichoso me hiciste en esos días que…
-Joder, Ennis del Mar, toma el volante, ¿o es que quieres matarte?
Y sin más, se vio haciendo girar noventa grados el vehiculo, hasta detenerlo a un par de metros del precipicio. Aún lloraba cuando apagó el motor y apoyó la frente sobre el volante, y no necesitó mirar a su lado para saber que estaba solo otra vez, y eso también dolía. Jack había hecho su parte, y se iba, como el dulce ángel de la guarda en que se había convertido, quisiera o no, desde que él se aferraba a su recuerdo de forma desesperada y desolada, temeroso de olvidar algo de su cara, de su risa, de su ternura y que el recuerdo desapareciera finalmente en la nada, eso, lo único real que un día lo hizo sentir y vivir. Jack había cumplido y se marchaba, y al hombre le asustaba eso, ¿por cuánto tiempo se había ido? ¿Por un rato? ¿Volvería mañana cuando lo invocara al despertar, como cada mañana? ¿O estaba dirigiéndose a otro lugar, uno donde siempre había luz, paz, tranquilidad, y se recostaría en el verde pasto, sonriendo dulcemente, mordiendo una brizna de paja, somnoliento, acogido por suaves rayos de sol que no calentarían sino lo justo, disponiéndose a descansar un rato, a esperar, a esperarlo a él hasta el momento en que cayera nuevamente en sus brazos?
Ed acababa de atender a los caballos y salía entrecerrando los ojos por el deslumbrante sol de la mañana cuando vio acercarse la furgoneta de Ennis, renqueando con uno de los neumáticos pinchados. Fue a sonreír y a bromear sobre algo, pero al ver bajar al otro con expresión turbada, sombría, dejó caer lo que tenía en las manos y corrió junto a él. Rozó con sus dedos el rostro ceniciento, y lo encaró preocupado.
-Ennis, ¿qué tienes? ¿Te encuentras bien? –pero por toda respuesta, el otro lo miró en forma desvalida, abrazándolo luego muy fuerte y durante mucho tiempo, hasta que al fin le oyó en un murmullo corto, entrecortado.
-Quería decirte que… -y no puede.
-¿Decirme qué? ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? –y lo miró a los ojos, extrañamente brillantes y húmedos, cuando Ennis se separó un poco de él.
-No es nada malo, sólo que… creo que nunca te he dicho… -y la cara se le contrae en un puchero de vergüenza, de temor a expresar lo que siente.- …cuánto significas para mí. Te quiero mucho, pero no te lo he dicho, ¿verdad? –y calla, notando la sorpresa del otro y como su mirada se ilumina (así habría resplandecido Jack, piensa y le duele, le duele mucho). El otro había enmudecido de emoción, y sólo pudo abrazarlo con más fuerzas, reteniéndolo contra sí, acunándolo.
-No hace falta que digas nada, Ennis. –respondió Ed, al fin.- Hay cosas que se sienten, que se saben, que no hace falta decirlas. Yo lo sé. Sé que me quieres, que me tienes mucho cariño. –termina con voz soñadora, algo hueca.
Luego sintió las lágrimas ardientes de Ennis en su cuello, y no pudo decir nada más. Volvió a abrazarlo con fuerza y los dos estuvieron mucho tiempo así, enlazados, unidos, corazón contra corazón, con la gran extensión de terreno agreste, con la cabaña, la caballeriza y una lejana montaña azulada al fondo, como únicos testigos del cariño de esos dos hombres que habían decidido compartir una vida porque se necesitaban y eran felices estando juntos como no lo habían sido en mucho tiempo, cada uno por su propia historia; aunque sabiendo que sus familias no lo entendían, y que otros los mirarían con repulsa, burla, agresividad o desprecio.
Ed lo abraza y siente un leve deseo de llorar también. De felicidad, de sentir a Ennis así, ese hombre rudo y tosco que una noche lo sedujo con su mirada ardiente, de tortura, sabiendo que escondía un alma hermosa, apasionada. Sin embargo, Ed sabía que Ennis lo ‘quería’, le tenía mucho ‘afecto’ y ‘cariño’, pero amor no se había pronunciado. A él no le importaba, porque nadie podía tener a Ennis del Mar para sí más de lo que él lo sentía ahora. Comprendía que esas lágrimas del otro eran en parte por sus sentimientos hacia él, pero también una tardía confesión de culpa por cosas que no dijo antes. Eran palabras y lágrimas dirigidas a un silente y amable fantasma que a Ed le constaba que existía. El recuerdo de un tal Jack Twist. De tarde en tarde, cuando cenaba con Ennis a la mesa, y hablaban, Ed podía percibir con el rabillo del ojo, algo retirado en la mecedora de la esquina, la presencia del amable espectro que convivía con ellos. “Yo lo amo, Jack”, se había visto obligado a recitar con urgencia más de una noche, cuando al entrar en el dormitorio principal encontraba a Ennis sentado en la cama, con una almohada aferrada contra sí (¿soñando con otro cuerpo?) mirando por la ventana, hacia la lejana montaña, alejado en el tiempo, con los ojos llenos de ayer, brillantes de nostalgia y amor. “Yo también lo amo, Jack. Deja que se quede conmigo un tiempo más, por favor; luego será tuyo, como siempre lo ha sido”.
Ennis gimotea todavía, quieto, recostado del otro, sintiendo su aroma, su calidez. Lo quiere, lo quiere mucho, pero su mente era un caos. “Jack… Jack… ¿estás aquí? No te vayas todavía…”. Y le avergonzaba pensarlo. Nunca estaría seguro de si fue el extraño y cálido viento que se levantó meciendo los viejos árboles, que susurraron a tranquilidad, o una voz en su corazón torturado, pero le pareció oír un timbre amado, lejano: “Deja de llorar, Ennis del Mar. Nunca me dijiste que me amabas, y aunque deseaba oírlo de tarde en tarde, cuando me reflejaba en tus ojos después de beber en tu pasión, siempre lo supe. En el fondo lo sabía. Desde el primer momento, cuando te vi y tú levantaste tu mirada huidiza y la bajaste, en ese momento lo supe, que eras mi dueño y yo el tuyo. Como lo supe ante tu llanto cuando temías que me fuera a México a olvidarte. Lo supe desde el principio y hasta el final; ese día, en esa carretera, mientras me… marchaba, no tuve miedo porque pensaba en ti y sabía de tu amor. Nunca dudé de eso, aunque tú lo hiciste. Todo está bien, ¿ahora quieres hacerme el puto favor de seguir con tu vida un tiempo más? Déjame ir a descansar un rato. Te estaré esperando, de alguna manera sé que sí hay un lugar de miel y frutas, de césped verde y mullido, y cielos altos y hermosos en montañas eternas, donde el tiempo no pasa. Vive un poco más Ennis, yo te espero…”
……….
Bien, fuera de una que otra libertad poética, o literaria, la historia es más o menos como la leí en aquel blog, del que espero alguien sepa cuál es y nos lo haga saber a todos. Realmente disfrutarán leer todas esos relatos como lo hice yo el año pasado.
En cuanto a la historia, creo que debo decir que la gente da demasiadas cosas por sentadas, y eso es arriesgado. Nunca se le dice a la mamá gracias por todo lo que hiciste, por todo lo que te preocupaste, por todo lo que amaste, por tus miedos por mi felicidad. No nos preocupamos a veces de si está triste, o anda molesta, o si se ve infeliz, ni le buscamos una explicación; como si de tonterías de viejas se tratara. Lo mismo pasa con el padre, o los hermanos. Hay gente que se pelea con sus hermanos por tonterías, malos entendidos o discusiones pequeñas y mezquinas y pierden meses y años de vida que no se habló con ellos, no se tomó algo de caña, se hizo una parrilla o se jugó dominó. A veces los sobrinos van perdiendo el interés o el cariño en esas separaciones que son idiotas y las familias terminan alejándose como extraños. Nada cuesta de ve en cuando mirar a todas esas personas a nuestro alrededor y decirles eso, que los queremos; o un: discúlpame por eso que te dije un día. Realmente hay palabras que tienen magia.
Por alguna razón la gente siempre cree que hay tiempo para remediar esto o aquello, para hacerle la vida más fácil a esta o aquella persona que tanto nos dio, para reconciliarse, para ayudar, para reunirse y amar otra vez; pero el Ennis del Mar viejo en su trailer, viendo la camisa de Jack sobre la suya con sus ojos llenos de amargura, remordimiento, dolor y amor frustrado debería servir de advertencia: nunca demos nada por hecho, ni siquiera el que tendremos el tiempo para cambiar y ser felices después. ¡Cuidado!
Julio César.
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