MACHIQUES, VENEZUELA HECHA PEDAZOS
-Chamo, es que estamos muy ocupados…
¡La torta! Con velas, crema y todo. Lo que tanto se temía acaba de ocurrir. Ha comenzado una peligrosa invasión de tierras por parte de un grupo desconocido e irregular de facinerosos que creen que pueden pescar en río revuelto, que utilizando la fuerza están ocupando bastas extensiones del territorio nacional, comenzando en Machiques, en Perijá. Así como asuena, nos invaden y esta vez no parece que sean los andinos. Las primeras informaciones hablan de indígenas que toman fincas a la brava, pero ¿cómo saber que eso es verdad y no representan la avanzada de alguna otra potencia que quiere afincar sus garras en la tierra sagrada de la patria al saberla desprotegida, íngrima y sola? ¿No será la CIA para montar una de sus bases contando con que allá no hay quien haga nada? Porque esto es delicadísimo, un grupo de personas ha comprendido, al fin, que el estado venezolano colapsó, se acabó el Gobierno, nadie gobierna en Venezuela, y que la ley y el orden no pueden ser restablecidos porque… no hay quién pueda; y ante el forzoso abandono que el Estado se ve obligado a hacer de las zonas fronterizas, se impone la ley de la jungla y de la fuerza, a lo salvaje Oeste (por eso sospecho de la CIA).
El presidente Chávez ya no controla esas regiones, Venezuela se cae a pedazos y cada quien quiere agarrar el suyo antes de que sea tarde. Se supone que cada rincón de este país cuenta con un gobernador y un alcalde, pero hasta ahora ninguna autoridad se ha hecho presente en la zona en cuestión, ¿para qué?, ¿para que se vea que no mandan sobre nada, que nada puede hacer porque no cuentan con el poder para imponerse? ¿Para que se les rían en las barbas, o que los secuestren y pidan rescate por ellos? (y hay gente que ni la familia pagaría para que volviera). Es, repito, el colapso final, Venezuela agoniza como república. El poder civil se retrató de cuerpo entero, aunque lo censuraron al salir con el culo al aire (tápenselo, coño, que dan grima).
Ni siquiera los militares han podido hacer acto de presencia, desmoralizados como están por sus guerritas internas de sembrar cizaña para tumbarle el asenso al otro, chismes sobre quién se mete en la cama de quién; ablandados de tanto menear el rabo por una mirada de gracia presidencial y pérdida toda noción de estrategia como no sea logística para vender pollos y verduras, bueno, y amenazar garrote en mano a los ciudadanos de los estados centrales si se les ocurre decir algo contra el Gobierno; saben que no pueden enfrentar a semejante grupo de irregulares, que ir a la frontera y encararlos es exponerse a ser derrotados, humillados, y posiblemente perseguidos con quien sabe qué propósitos. ¿Pueden imaginarlo, los militares corriendo como gallinas en desbandadas, tal vez con un poco de llanto en sus ojos, de miedo, llamando a sus mamis, mientras un nutrido grupo de irregulares ríe con burla y desprecio, persiguiéndolos, gritándoles que van a bajarle esos pantalones y a…? Ay, no, es mejor que ni vayan, eso terminaría de destruir la moral en Caracas, Carabobo, Maracay, Miranda y uno que otro estado, que por céntrico, no esté en peligro de ser perdido todavía. Esos pobres uniformados no pueden enfrentar ni una mala crítica, a eso nos redujo con su maldad diabólica, infame astucia y cruel determinación, el Imperio del Norte (no pueden verme, pero estoy escupiendo en el suelo).
Pero compatriotas, no podemos dejar, al menos sin hacer el amago de que lo intentamos, que todo termine así y que la barbarie se apodere de la periferia, ¿qué van a pensar de nosotros en Japón? Sé que algunos se van a molestar, sobretodo en el chavismo que no pueden ni verlo porque sufren de agruras y dolor de hígado, pero el presidente Chávez, los ministros, los asambleístas, los honorables magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (o como Chávez les dice cariñosamente, las plastas), gobernadores fronterizos y militares deben entender que hay que hacer algo, y sólo nos queda (oh, ingrato destino) un camino… llamar a Álvaro Uribe Vélez para que restablezca el orden. Lo siento, pero es la única esperanza que nos queda y que le queda al Gobierno, que Uribe les saque las patas del barro.
No es por culpa de ustedes señores chavistas, lo sabemos, debe ser obra de los marcianos o de la CIA, pero el estado venezolano ya no puede dar una respuesta efectiva a esta peligrosa situación, han pasado dos días desde que estos grupos comenzaron a invadir el territorio nacional y nada han podido hacer. Alguien debe contener la violencia en la periferia, y no nos queda otro recurso que pedirle a Uribe, al ministro Santos y al ejercito colombiano que crucen la frontera, detengan a quienes hallan violado la ley (allá, no en la Asamblea o en el Tribunal Supremo) e instauren el orden… esperando que después se quieran ir, porque ese es el problema de los países que llegan, como parece haber llegado Venezuela, a un proceso de disolución; los más fuertes sienten que ‘deben quedarse’ para proteger a la población local de sus propios errores, debilidades y hasta estupideces. En cuanto escuché que esta invasión había comenzado y se comprobó que el Estado nada pudo hacer, supe que comenzaba lo que Rafael Poleo llamó una vez, la caída al quinto mundo (aunque Chávez, proféticamente, viene ubicándonos ahí desde hace tiempo), allí donde los países de hacen pedacito y deben ser intervenidos para resguardarlos. Es triste, pero nada se puede hacer ya. El Estado colapsó y el Gobierno dejó de gobernar. Estos son los hechos.
Julio César.
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